Los machos se duermen primero, de Rodolfo Omar Serio
01 diciembre 2017Y2K
Odio hacer ruido cuando camino, no sé para qué me puse zapatos. En realidad, lo sé: tienen la suela generosa y con eso más el pelo robo como siete centímetros. “Pensé que eras más alto”, me dicen una de cada tres veces en los encuentros del chat. Los otras dos, no se animan. Siete centímetros más, esa es mi verdadera Gran Estafa. El jopo hasta el cielo de George Clooney, la sonrisa de Brad Pitt, la picardía de Julia Roberts y la altura real de Matt Damon. Siete centímetros más de espacio vital robados a la existencia. Ojalá pudiera hacer lo mismo con el pito: ahí sí, a nadie le importaría mi altura.
Lo veo caminar hacía mí, aunque solo intercambiamos una foto los dos sabemos quién es el otro. Él tiene un jean nevado y yo un pantalón chupín: está todo dicho. Me saluda y se sonríe.
-Ya sé. Pensaste que era más alto.
Me doy cuenta de que no sé su nombre, solo su nick de chat: Colón23. Al menos voy a poder preguntárselo antes de garchar. Los nombres de los putos se distribuyen así: un tercio se llaman Pablo, un cuarto Matías, un quince compartido entre Alejandro y Nicolás. Más allá de ellos, dos bandos bien conocidos: Tomases, Tobías y Lautaros. Kevins, Brians y Jonathans.
Colón23 se sonríe de nuevo, me mira con cara de estarías bueno si no fueras tan enano, lo miro con cara de estarías bueno si no fueras tan loca. Al menos no es gordo, pensamos los dos. Sólo hay una fuerza más potente que la misohomofoboginia: la gordofobia. La loca deprecia al gordo que desprecia al villero que desprecia al viejo que desprecia al extranjero que desprecia a la loca. Así somos.
· ¿Viste que mañana se casa Máxima?- me dice, como para sacar un tema.
Las especies del chat se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos. Creo que soy un perro suelto y él es una sirena, tirando a fabuloso. Le pregunto si es bailarín, para bajarle un poco el precio. Sí, del Colón, se sonríe de nuevo.
Parece que Colón23 no tenía nada de entrerriano, mala mía. Caminamos por el putódromo de la avenida Santa Fe hasta la Meca: en la esquina de Pueyrredón agarramos justo al último tarjetero. Es medio tarde, pero en una de esas nos da free; yo estoy con zapatos y Colón tiene facha. Hoy abre Oxígeno, el boliche gay más cheto del Centro. Tiene tres pisos para que puedas ser destrozado con la mirada desde todos los ángulos. En el tercer piso se eleva la Crème, como gustan en llamarse a sí mismos los gays más caretas y exclusivos del país.
El efecto más importante es inducir un estado consciente y permanente de visibilidad que garantice el funcionamiento automático del poder, sin que ese poder se esté ejerciendo de manera efectiva en cada momento, puesto que el prisionero no puede saber cuándo se le vigila y cuándo no.
En Oxígeno hay tres reglas de etiqueta: nunca llegar temprano, nunca llevar más que una camperita liviana aunque sea invierno y jamás llevar mochila. Llevar mochila significa que no querés volver en tren hasta los lugares donde en vez de tocar timbre se aplaude. Llevar mochila significa que te vas a instalar en lo del primer chongo se te cruce y no te vas a querer ir nunca más porque sos una pobra, mezcla de pobre y sobra, como gustan en decir los de la Crème.
· Estamos medio justos de tiempo, ¿y si tomamos algún transporte?
· ¿No te gusta caminar?
· Si, me encanta. Pero tengo frío.
· No te preocupes, estamos cerca-. Y cierra el tema.
Llegamos bien de horario pero la fila es interminable. La desventaja de que esté mal visto ir temprano es que casi todos llegan a la misma hora. La Crème entra derecho viejo sin hacer fila, los de la plebe esperamos en el frío tratando de hacer rendir la campera finita. Las pobras están desde temprano adentro, porque vinieron en el tren de las once y esperan para dejar la mochila en el guardarropas.
Colón23 me dice vení, seguime y entra a caminar con paso de bailarín. Veinte metros antes de la puerta le toca el hombro a un chico-chica que lo mira sorprendido.
· ¡Pablo! ¿Qué hacés tanto tiempo?- le dice, como si lo conociera.
· Me llamo Matías-, responde amable el chico-chica sin entender bien de qué va.
· Ay, boludo, qué vergüenza, te confundí con un amigo que no veo hace mucho. Él se llama Ramiro, te lo presento.
Ramiro soy yo. Nos saludamos con un beso en el cachete. Matías nos presenta a la amiga, Ayelén. De repente estamos en la fila a diez metros de la Caja. La mitad de los putos se llaman Pablo, estuve cerca, me susurra Colón. Un tercio, lo corrijo.
Para cuando nos toca a nosotros ya pasó la hora del free. La entrada sale veinticinco pesos. Es una locura, eso cobran las discos de la Costanera que traen artistas internacionales. Es de pobras pagar por el pito más de lo que el pito vale con tal de pertenecer.
· Boludo, me olvidé la billetera, no lo puedo creer.
·
El que no lo puede creer soy yo. Colón1492 tendría que ser su nick. Está usando el truco más viejo del mundo y lo peor es que funciona.
· Uh, sin documentos no te van a dejar entrar, qué mal-, le retruco.
· El documento sí lo traje-, se sonríe, mientras se pega imaginariamente el ancho de espada en la frente con saliva.
Respiro hondo y saco los únicos cincuenta pesos que tengo; ya estoy jugado y no quiero entrar solo.
Colón23 camina hasta el medio de la pista, un poco hacia adelante. Lo sigo y nos ponemos a bailar. Al lado mío veo un chico que está bastante bien, salvo porque tiene un sweater rojo atado a la cintura. Lo saludo.
· Ey, ¿qué hacés? Nunca me hubiera imaginado cruzarte acá.
· Eu, hola. Vine a acompañar a unos amigos.
Es Morón y está usando un pantalón achupinado bastante parecido al mío. Colón23 se apura y se presenta. Es un Lautaro.
Después de un rato empieza a sonar Vogue de Madonna. Es como un momento mágico dentro de la fauna floral de Oxígeno, una danza de la fertilidad donde los gays más marcados, mejores bailarines, con las ropas más ajustadas, entregan a la plebe lo más selecto de la gaydad globalizada. Se produce el Y2K: como en el sistema operativo D.O.S. todos los relojes vuelven a 1980. La Unión ataca el Rancho Palmito. Colón23 se trepa al escenario desde un costado y se ubica lo más en el frente que puede, lo más en el medio que puede. Despliega sus brazos fibrados, mira a todas con seguridad. Hace voguing como nadie. Gesticula con la firmeza de quien tiene un plan y lo ejecuta con eficacia hasta el final. Cada paso tiene la sincronicidad perfecta con la música, la economía de recursos es impecable porque no quiere terminar transpirado. Al finalizar se sonríe. Desde lo alto, la Crème observa.
Cuando termina vuelve hasta donde estamos Morón y yo. Me agarró sed-, dice. ¿Me acompañás a la barra?- y yo estoy por responder que no, que no tengo más plata, pero la pregunta no es para mí. Lo mira a Morón, que asiente con la cabeza y le extiende la mano. Las especies del chat se dividen en (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas.