EL PODER DEL TEATRO
09 agosto 2016Juan Pablo Galimberti nos escribió sobre su nueva transformación tras la residencia en Obrador Internacional de Dramaturgia en la Sala Beckett.
Juan Pablo Galimberti nos escribió sobre su nueva transformación tras la residencia en Obrador Internacional de Dramaturgia en la Sala Beckett.
Viajar es una de las actividades más transformadoras que conozco. Cada vez que hice un viaje, me transformé. Se me abrió la mirada sobre las cosas, me sumó perspectiva sobre lo cotidiano. Supongo que eso sucede, porque viajar es transformarse por un tiempo en otro. Firmar una especie de acuerdo interno para lograr un resumen de uno mismo. Porque por más que uno quiera, no se puede llevar todo en una valija, por más grande que sea la valija o más pequeño que sea uno, no entra, entonces, nos resumimos e intentamos meter lo necesario. Viajar es abrirse a lo desconocido para perderse por un rato en los demás. Es transformarse en un extranjero, en un otro, que interrumpe en un territorio ajeno y se encuentra en diferentes lugares, con historias y costumbres distintas pero más que nada, con otras personas, con otras miradas sobre lo mismo.
Otra de las actividadades más transformadoras que conozco, es el teatro. Participar en una obra de teatro, tanto como espectador o responsable de la misma, es un hecho que no deja de parecerme extraordinario. Un grupo de personas se agrupan en un lugar para ver a otro grupo de personas representar algo. Hacer teatro es increíble, es firmar una especie de contrato implícito de las partes, los que están delante y el público. Y en la medida en que se genera un acuerdo y se produce el intercambio entre público y los actores, comienza un viaje. Uno entra, como un extraño, en un viaje creado por otros y empatiza reconociéndose ahí. Viaja en el imaginario de la obra. Y así, de extraño como parezca, mirando nos transformamos y estando en el mismo lugar viajamos en el tiempo y en el espacio.
Tener la posibilidad del combo bienalístico de viajar y escribir teatro, es lo que siempre soñé tener. Esta semana que viví en Barcelona, en el Obrador Internacional de Dramaturgia en la Sala Beckett, teniendo al genial Simon Stephen como profesor, fue así. Una experiencia sumamente transformadora en el encuentro con personas de distintos países y sus poéticas. Fue una semana intensa por donde se la mire. Durmiendo muy poco. Hablando mucho, castellanofrancesinglesfinlandés, lo pongo todo junto porque así es como fue. Escribiendo de mañana, de tarde, de noche, en el teatro, en la calle, en la playa, en el subterrano. Leyendo en inglés, emborrachándome, riendo a carcajadas, bailando, compartiendo, transpirando. Fue una semana de confirmación de mi oficio, de recarga de fuerzas y ganas para seguir trabajando por y para el teatro.
El tema principal con el cual trabajamos fue, el poder. La pregunta disparadora fue ¿Dónde se ha ido el poder? De ahí partimos y nos fuimos diversificando en otros temas. Contamos cuál era nuestra relación con el poder, cómo se relaciona cada país con el poder, qué relación hay entre el poder y la política, entre el poder y el pueblo. No llegamos a una respuesta definitiva, creo que todos nos quedamos pensando y obtuvimos más preguntas que respuestas. Estuvimos hablando de política, del momento terrible que se está viviendo en el mundo, del hambre, de la guerra, de los refugiados, de las realidades del mundo, del atentado en Francia, que sucedió mientras estábamos trabajando, de la derecha avanzando por todos lados, de lo difícil que es reconocer que todos tenemos el poder para transformar lo que está pasando pero es difícil entender e identificar por donde se tiene que ejercer. Porque en definitiva, como me dijo un gran amigo, el poder no es malo, malas son las personas que lo ejercen hacia los demás para generar un beneficio personal o para los pocos, a cambio del detrimento de los demás. El poder es un sustantivo, pero también es un verbo. Un verbo que sirve para hacer cosas, uno verbo que es acción, que ejerce, que permite, que abre. Uno puede dar un beso, ayudar a alguien, puede también no mirar, uno puede llorar por algo y después puede tomar fuerza para cambiarlo, uno puede destruirse y reinventarse, uno puede intentar y también puede equivocarse, uno puede hacer lo que siempre soñó hacer, uno puede decidir sobre uno, uno puede hacer teatro.
Y estoy seguro que haciendo teatro, uno puede transformar la realidad, de a poco o de a mucho, pero puede transformarla. Y así llegar a los demás e invitarlos a transformarse también, a viajar. A salirse aunque sea por un momento de ellos y ser otros. Y así, siendo extranjeros poder pensar cuál es la realidad que queremos tener y que hay que hacer para poder transformarla, para poder mejorarla.
Juan Pablo Galimberti
Barcelona - Julio 2016