“Hago imágenes que no parecen obras de arte”
15 enero 2016Con 32 años, Cotelito -dibujante y ganador de la Bienal en artes visuales- creó un mundo propio, con monstruos amigables y paraísos psicodélicos.
Uno se lo puede imaginar a Cotelito dibujando sin parar al ritmo de las pulsaciones musicales de El Mato un policía motorizado en canciones como “Mujeres bellas y fuertes”. Parece un adolescente indie con su vestuario del período grunge -bermudas que pasan las rodillas y una camisa escocesa de color rojo- que usa cuando va a verlos a sus conciertos, o cuando dibuja. Pero Cotelito ya no es una adolescente, aunque toda la inocente frescura de su arte irradien ese espíritu.
Cotelito nació en Buenos Aires hace 32 años. Su madre y su abuelo, los dos aficionados a la pintura, son de Chilecito en la Rioja. Allí Cotelito pasaba los veranos junto a sus cinco hermanos y varios primos. Todos pintaban al unísono, como en una banda de rock familiar, tratando de emular los trazos del patriarca y abuelo Osman Páez. No había tele. No había Internet. El entretenimiento en las largas siestas riojanas era inventar un mundo de colores. “Mi abuelo materno era pintor y eso me marcó desde siempre. Se juntaba con otros artistas, poetas y músicos, y armaban diferentes movidas culturales en los años cuarenta en esa ciudad pequeña. Su tema predilecto eran los paisajes. Salía al campo y empezaba a pintar. Era un gran observador de la naturaleza, de todo lo que lo rodeaba”, recuerda Cotelito, mientras observa a su alrededor para ver si puede sacar una nueva imagen para su futuro dibujo.
De vuelta a la gran ciudad Cotelito y sus hermanos repetían las costumbre de seguir dibujando alentados por su madre, una maestra de primaria. Así se fue inclinando a la pintura, estudió en el IUNA y siguió, sin quererlo, el legado de su abuelo. Así, jugando, empezó a construir su cosmos, su inventario de personajes extraños, naif, meditabundos, amorfos, surreales y figurativos, inspirados en un universo psicodélico y buena onda. “Quería transmitir sensaciones en mis dibujos. Muchos van de la alegría al júbilo y de la celebración a cierta melancolía, a veces aparecen personajes meditabundos o temas más románticos. Parejas que se encuentran o que están distanciadas. Es como una fantasía extraña o más realista. Eso va fluctuando, depende las series o temáticas. Pueden aparecer elementos más extraños que no se ven en la vida diaria como algún monstruo o un personaje antropomorfo”.
La obra de Cotelito que ya había sorprendido cuando formaba parte de la colección de la galería Chancho Rosa en el Barrio Joven de ArteBa y que fue uno de los últimos ganadores de la Bienal de Arte Joven está conformada por paraísos perdidos donde habitan montañas de picos nevados y árboles con ojos grandes, hombres y mujeres como Dios los trajo al mundo; monstruos y dragones amables; zorros, gatos y tigres que viven en armonía con el ser humano. A veces sus series en acuarelas conforman un verdadero decameron del éxtasis de la naturaleza más psicodélica. En otras ocasiones sus dibujos son sensibles viñetas cotidianas -ensoñaciones de un mundo nuevo donde todo parece estar bien- como un Batman contemplando la salida del sol en la costanera mientras come un choripán; o un pancho y una hamburguesa bailando al ritmo de un rocanrol.
Cotelito dibuja fábulas esotéricas y surrealistas para generar nuevas sensaciones y estallidos pop, con su particular técnica. “Lograr una frescura en la imagen tiene que ver con pintar y dibujar mucho. Esa es la manera que encuentro yo para que parezca que el dibujo está hecho con velocidad. La serie que presenté en la Bienal fue hecha toda en el acto que pintaba. No hice bocetos. Todas fueron hechas sobre la marcha”.
Sus dibujos transmiten cierta celebración de lo cotidiano. Cierta preservación de la inocencia. Cierta contemplación. “Siempre busque imágenes bien despojadas que sean sintéticas. Que haya mínimos elementos y usando al principio pocos colores. Eso con el tiempo fue variando. Hasta la manera de pintar fue variando. Al principio me gustaban los pintores complejos y después empecé a emparentarme con pintores de mayor simpleza. También me fui conectando con los dibujitos animados antiguos de los años cincuenta. Me parecen obras de arte. La búsqueda de la simpleza y la mezcla con el arte pop me entusiasmó mucho”
La primera galería de Cotelito fue el Fotolog. En esa plataforma social empezó a difundir sus obras en 2005. Sus dibujos rápidamente causaron una sensación de felicidad pop en los primeros receptores. Esa fue la primera vez que abandonó el nombre de José Ignacio Fernández. “Cotelito es un apodo familiar. Me decían Josesito, después apareció Cotelito y quedó. Cuando empecé a mostrar mis primeras pinturas pensé que los dibujos iban bien con ese apodo afectivo”, revela el bienalista, que ganó una residencia en la galería Mundo Dios en Mar del Plata para trabajar durante todo un mes.
Cote, como le dicen sus amigos, salió del común cuando publicó su primera producción en internet. Después su obra empezó a circular por galerías como Rosa Chancho y Jardín Oculto. Se vinculó con casas de artistas como Isla Flotante y Rayos Láser hasta que tuvo, durante un año, su propia galería de autogestión llamada Inmigrante junto a Gala Berger y Mario Scorzelli en el subsuelo de la librería Galerna en San Telmo. Mientras tanto su obra se viralizaba en las redes sociales. Cotelito, es un producto de las galerías independientes y de este tiempo digital.“Está bueno alguien que se acerca a una galería para tener un contacto más directo con la obra, pero también está bueno que alguien que nunca va a esos espacios se vincule con una obra mía a través de internet y la termine poniendo como fondo de pantalla en su computadora. Eso me emociona mucho”, dice el dibujante.
Cotelito no tiene prejuicios. Utiliza todos los recursos disponibles. Se involucra con distintas técnicas. Investiga. Explora. Dibuja tiempo completo, hasta que una criatura emerge y puede crear ese universo tan original. “La observación es importante porque aparecen cosas que no esperabas. Los dibujos son como un pensamiento continuo de lo que voy viviendo”, reconoce.
Sus obras salen en maratónicas jornadas dibujando y escuchando música. “Cuando dibujo siempre escucho música y mis gustos musicales influenciaron mi obra. Un disparador que es muy importante es la música de los años sesenta, el pop psicodélico y luminoso de la costa y la música tropicalista del Brasil. Muchas series surgieron de esas músicas. También el rock independiente de acá me influyó. El mato un policía motorizado es uno de los que me marcó. Los empecé a seguir desde el primer disco y me impresionaron hondamente. Soy fan hasta ahora. Con Santiago, el cantante, que también dibuja conversamos por chat. Le gusta lo que hago y me siento identificado con su manera de hacer las cosas. Los veo como gente que le gustaba hacer música y se juntaron con amigos para seguir ese camino. Yo, me veo así también pero con la pintura”
¿Tenés una banda de amigos pintores?
En una época nos juntábamos a pintar todos juntos. A muchos los conocí en el Iuna o los fui descubriendo en el mundo artístico. Me siento parte de esa movida joven. Me gusta mucho todo lo que sea autogestión o colectivos artísticos. Algunos son más de formación, que conectan más con curadores, críticos y otros artistas. Otros son grupos de artistas que empezaron de una forma independiente y después fueron creciendo como los chicos de las galerías Rayo Laser o Isla Flotante, que empezaron como espacios alternativos y se transformaron en espacios más grandes. Me siento parte de todos ellos.
-La clase de dibujo que haces apunta a romper con cierta seriedad o solemnidad que puede tener la obra de arte
Sí, es verdad. Esa fue una de las directrices de mi trabajo. Desde el origen de Cotelito mi idea era hacer imágenes que no parecieran obras de arte, en lo posible que parecieran tontas o sin sentido para una pintura. Tengo predilección por los dibujos animados y los carteles pintados en las calles, como cuando alguien pinta en un carrito un choripán con ojitos que se está riendo. Ese tipo de resoluciones populares me gustan mucho, como cuando se pintan personajes de memoria como esos ratones Mickeys que se deforman porque hay cierta supuesta impericia en lograr la mimesis. Sin embargo, lo resuelven de una manera que es mucho más atractiva porque son personajes muy vividos que tienen incluso más carisma que el original. Ese tipo de dibujos me gusta. Un poco lo que vaya por fuera de lo establecido me interesa.
A Cotelito lo sensibiliza ese imaginario popular que encuentra en la calle. También tiene un particular interés por la investigación y el estudio de la historia del arte. “Mi interés es por toda la pintura, desde de los dibujos de la caverna a cosas más contemporáneas. Me interesa la visión del arte que tienen Marcel Duchamp, John Cage, Gordon Matta-Clark y Luis Camnitzer. De los argentinos siempre me gustaron los trabajos de Alberto Grecco, Peralta Ramos y artistas más jóvenes como Eduardo Navarro y Martín Legón, que empezó pintando y hace cosas más conceptuales. No me encasillo en una corriente. Quizás alguien que ve mi trabajo no piensa que me interesa lo conceptual. Pero tanto el arte del siglo XIX y XX están dentro de mis intereses y tengo referencias de esos artistas. A veces pienso que no soy tan diferente. En un momento estuve en un museo de Madrid y puede ver los bocetos, dibujitos y caricaturas de Magritte. Sentía que podíamos ser amigos y que nos podíamos divertir dibujando juntos porque parecía que no había tanta distancia entre nosotros. Lo mismo me pasa cuando veo dibujos de chicos y chicas de mi generación. Siento que hay una conexión entre todos, que estamos en algo semejante.
Gabriel Plaza
Mundo Cotelito
Experiencia Bienal. Estuvo muy buena. Conocí y descubrí otros artistas en las clínicas y talleres. Pude ver otras cosas que no conocía. Está bueno formar parte de una muestra junto a otros artistas y compartir un ámbito en común. Cuando uno pinta es como solitario el camino, así que siempre que haya instancias de contacto con otros artistas está muy bueno. Ahora, también gané en la Bienal un premio de una residencia para un espacio de Mar del Plata llamado Mundo Dios. Es un espacio armado por artistas, donde se dan becas y dan talleres distintos docentes, que funciona como un polo de artes visuales en MDQ de una manera más amigable y relajada. Siempre me cayeron bien a pesar que nunca fui. Muchos amigos estuvieron y siempre me hablaron bien de ellos. Conocí a los chicos de allí y me gusta su energía. Están cerca del puerto y me harán conocer los lugares más emblemáticos del lugar. Esa experiencia me inspira y me puede influenciar para pensar otras ideas para nuevas pinturas.
Circuitos. Voy mucho a una galería que se llama Pasto y me gusta ver los proyectos del ciclo de muestras Movil en el cheLA. Museos como el Proa, el Malba y el Museo de Bellas Artes están dentro de mi recorrido cuando no estoy pintando. Me gusta caminar mucho o andar en bici. Salgo a observar y contemplar la ciudad con una mirada de turista. Algo que me ayuda es Instagram porque puedo armar archivos de lo que me interesa y me cruzo en las calles. La observación es importante para volcarlo en imágenes.
Espacio público. Los parques me parecen interesantes. Cuando no hay nadie o hay muchas personas. Me parece estimulante ver a un monton de personas que no están haciendo nada util y funcional y están relajados. Eso me gusta mucho. También me gusta mirar la arquitectura de la ciudad y la forma de los edificios antiguos que me parecen muy hermosos. Son como esculturas a cielo abierto.