Bienal de Arte Joven - Centro Cultural Recoleta
ArteBa, ArteBa - 01/10/19 Leer nota onlineA treinta años de su primera edición, en 1989, la Bienal de Arte Joven retorna a su antigua sede en el Centro Cultural Recoleta (CCR), donde concentra diez muestras de artes visuales, entre otras actividades que expanden el “Territorio Bienal” hacia calles aledañas y cinco espacios independientes. La jornada inaugural comenzó puntualmente con la apertura de las exposiciones, recitales, obras de teatro, danza y performance, instalaciones e intervenciones artísticas, ferias de publicaciones y arte impreso, paseo gastronómico, clases de baile, bandas acústicas, lecturas y DJ sets que conformaron una gran fiesta que convocó, según contaron los organizadores, 45.000 personas. Las actividades multidisciplinarias continúan hasta el 29 de septiembre y las exhibiciones de artes visuales permanecen hasta fines de 2019.
El CCR da la bienvenida al público con una nueva intervención de Edgardo Giménez (Santa Fe, 1942) en la fachada del edificio. Bajo el título Re Mona, esta obra representa “la alegría, simpatía y diversión”, dice el artista, que es también el responsable de arte de la bienal. Agrega además que “el arte se debe usar para mejorar la calidad de vida y mostrar otra realidad de modo más alegre y divertido”. Junto a Gabriel Chaile (San Miguel de Tucumán, 1985) y Geraldine Schwindt (Coronel Suárez, 1983) participa de una muestra que crea un diálogo entre obras que, recorriendo diferentes imaginarios −el del cine clásico de aventuras en el caso de Giménez, la cultura del noroeste argentino en el de Chaile y un paisaje de intrincados laberintos metálicos que podría sugerir un futuro distópico en la obra de Schwindt− conforman La civilización perdida, que curó Laura Spivak en la sala Cronopios.
Alejandra Aguado, Pablo Siquier y Juliana Iriart estuvieron a cargo de la curaduría y tutoría de los cuatro proyectos seleccionados entre más de 500 postulantes para las muestras individuales, que se exponen en las salas C y J, las cuales están, a su vez, subdivididas para la ocasión. En la Sala C2, Llevame a conocer el océano, una instalación inmersiva de Micaela Piñero (Buenos Aires, 1990) “invita al espectador a entrar [sin calzado] en su obra como en un refugio”. Pintor, en Sala J2, de Sasha Minovich (Buenos Aires, 1997) “trae al frente las condiciones de producción de un artista joven” mientras que “da testimonio de las posibilidades poéticas y de evasión que puede ofrecer la dedicación a la pintura”. En la Sala J1, el colectivo tucumano El Bondi (Matías Zelarayán, Roque Manzaras, Maximiliano Romero y Emanuel Díaz) realizó C14, una instalación/acción que recrea en el espacio exhibitivo un taller de producción artesanal de piezas cerámicas del NOA, su región. Erik Arazi (Buenos Aires, 1990) presentó en la Sala C1 una instalación mural que surge de elementos de un alfabeto único y estrictamente personal y que construyen sobre las paredes lo que el equipo curatorial define como “un mapa interior”.
En las salas 3, 4 y 5, la exposición Espacio entre organiza obras de 25 artistas jóvenes en tres ejes principales: “Memoria”, “Cuerpo” y “Ausencia” que “se conectan, se multiplican y se entrelazan”, explica la curadora Tainá Azeredo. Participan Hernán Aguirre García (San Miguel de Tucumán, 1993), Felipe Alvarez Parisi (Buenos Aires, 1992), Carrie Bencardino (Buenos Aires, 1993), Santiago Colombo (La Plata, 1992), Marina Daiez (Buenos Aires, 1992), Emilia de las Carreras (Buenos Aires, 1989), Rocío Englender (Mar del Plata, 1989), Maia Gattas Vargas (Buenos Aires, 1986), Jazmín Giudici (Casilda, 1994), Tamara Goldenberg (Buenos Aires, 1988), Carlos Gutiérrez (San Juan, 1994), Jazmín Kullock (Buenos Aires, 1995), Daniel Leber (Buenos Aires, 1988), Macarena Lujan (Buenos Aires, 1993), Carolina Martínez Pedemonte (Buenos Aires, 1993), Nadia Martynovich (Buenos Aires, 1987), Tirco Matute (Maracay, 1988), Renata Molinari (Buenos Aires, 1986), Delfina Moore (Buenos Aires, 1986), Gaspar Núñez (Tucumán, 1994), Francisca Somigliana (Buenos Aires, 1992), Julieta Tarraubella (Tacna, 1991), Lukas Tula (Buenos Aires, 1990), Mariel Uncal Scotti (La Plata, 1992) y Mayra Vom (Buenos Aires, 1991). La muestra fue el resultado de un diálogo entre la curadora y Joaquín Aras, Lucía Delfino, Pauline Fondevila y Osías Yanov, quienes realizaron el proceso de selección de las obras.
En Sala 7, Mele misterio lleva los motivos gráficos de la artista litoraleña Mele Bruniard (Reconquista, 1930) al formato mural. Sus estampas mezclan “lo primitivo y lo doméstico, lo mágico y lo natural” –describen Laura Spivak y Julián Manzelli en su texto curatorial–. El mismo equipo curó Juan Stoppani & Jean Legavre (Buenos Aires, 1935 y París, 1946, respectivamente) en la Sala 8. Ambos artistas comparten vida y arte, y se encuentran próximos a celebrar su 50º aniversario juntos. Los curadores señalan que la pareja conforma “una sociedad para el disfrute. A lo largo de los años crearon juntos un universo fantástico de esculturas, pinturas e instalaciones. Y supieron combinar en él el placer, la gracia y el humor de la vida misma, con la geometría y el color en su máxima expresión”. Por último, en el espacio Co-Working, una instalación colectiva pone el eje de reflexión en el trabajo de taller y en los errores que surgen en el desarrollo de las obras. Belén Machado y Matías Duarte, a cargo de la curaduría de Voraz. Muestra sobre procesos, errores y trabajo colaborativo, convocaron a colectivos de artistas gráficos a que abran su lugar de trabajo porque consideran que “mientras la obra terminada queda ahí medio dormida, los procesos se reinventan todo el tiempo”. La muestra desestima la idea de obra como producto cerrado y pone en escena los entretejidos y tramas de su producción.
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