Caminando por la escuela, uno se siente abrazado por grandes directores que han pasado y dejado su huella en grafitis por los pasillos. En las tres semanas que duró el taller, poco se durmió. Se estudió, se bailó, se tomó ron, se filmó, se editó, se proyectó y se festejó. Lo vivido en Cuba fue revelador y enriquecedor, y me vuelvo cargado de nuevas experiencias y amigos de todo el mundo.

Cristián Cartier Ballvé

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