Tan Diversa
08 junio 2022Tan Diversa es la antología que reúne a lxs quince escritorxs ganadorxs de la convocatoría Relato de la quinta edición de la Bienal Arte Joven Buenos Aires.
Fueron seleccionadxs por Vir Cano, Adriana Kogan, Julián López, Marina Yuszczuk y Mardulce Editora. Fue editada por Mardulce Editora y podés encontrarla en librerías de todo el país.
Autorxs: Miguel Bruno, Juana Demicheli, Sofía Enecoiz, Andrea Franco, Nicolás Ghigonetto, Jennifer González, Franco Laborde, Belén Mentast, Julieta Jozami Nassif, Julian Marcos Pérez, Milagros Porta, Esteban Rauch, Inés Ripari, Ana Sevilla, Veronica Volman.
Tan Diversa reúne los quince relatos ganadores de la Bienal Arte Joven Buenos Aires 2021-2022. Si esta antología se llama Tan diversa es porque la diversidad es lo que caracteriza a estos textos (y tal vez, incluso, a esta generación) que expresan escrituras atravesadas por la pregunta acerca de la contemporaneidad. Figuras, tópicos, estilos, retóricas: cada relato dibuja un punto en un mapa - el mapa de de una época - que bien puede pensarse como plural, heterogéneo, múltiple. El mapa de la vibración de la lengua que se escribe en presente y se piensa en futuro.
Hay en Tan diversa autores y autoras a los que les espera, sin dudas, una proyección en la literatura argentina. Pero antes de eso, ahora, en este mismo instante, ya están en condiciones de ser leídos con inmenso placer. A eso los invitamos: a leerlos con el disfrute que producen y contagian.
Prólogo
La lengua y sus bordes
Los quince relatos cuya lectura se propone a continuación se encuentran unidos por una cadena invisible que los lleva a convivir en este libro. Esa cadena invisible, a la vez azarosa y misteriosa, convierte al conjunto en una muestra de eso que llamamos lo contemporáneo.
La contemporaneidad, dice Giorgio Agamben, es una relación por la cual se adhiere al propio tiempo a través de un anacronismo, un desfasaje temporal: y es precisamente ese desfasaje el que permite, desde una mirada distanciada, ver y leer mejor la época. Podríamos decir, siguiendo su razonamiento, que esta antología tiene como punto de partida un desajuste que posibilita que la literatura haga legible lo que en la vida cotidiana no leemos. Una falla en el corazón de la escritura que deja sentir mejor la escritura; esa escritura que se está escribiendo ahora y que, paradójicamente, no cesa de desajustarse a nuestro tiempo. Ahí su potencia y su fragancia, su carne fresca y palpitante habitando el movimiento de la fuga.
Pero, ¿cuál es la forma específica que se va trazando mientras leemos este conjunto de relatos? La forma del borde. Algunos relatos están en los bordes del género, otros en los bordes de lo humano, otros en los bordes de la propia lengua y, por último, están aquellos que se sitúan en los bordes de la realidad. Relatos que bordean y bordan, a su paso, un mapa del presente.
En los bordes del género se ubican algunos relatos disidentes, que ponen en jaque la norma hetero-cis y trazan, a medida que avanzan, un desvío. “Un re amague”, de Belén Mentasti, nos invita al universo del fútbol femenino a través de una escritura vertiginosa, que avanza por acumulación en largos párrafos sin cortes, con incrustaciones de Tinder, superlikes, demisexuales, stalkers y friendzoneos. “Antes, enero”, de Franco Laborde, se estructura en fragmentos opacos y herméticos, cuyas imágenes encadenadas a través de una voz algo antigua que pronuncia palabras como "inquietación" organizan una historia de amor no dicha, o dicha en las elipsis y lagunas que el tiempo fue tejiendo en la memoria. En “La línea blanca”, de Sofía Enecoiz, el amor entre dos gimnastas rusos se articula entre líneas blancas y tensas que confunden amor y competencia: una escritura coreográfica va armando contornos que dan lugar a una trama rítmica cruzada por figuras revolucionarias de la República Popular de China. “En esta región del sur”, de Esteban Rauch, despliega una sintaxis extraña para introducirnos en una cueva de póker de un bar situado en Francia, donde se mueven personajes venidos del Conurbano y cuya atracción va imantando las palabras y las cosas. “Somos un lugar”, de Inés Ripari, sueña un panteón de lesbianas donde viven figuras como Chavela Vargas ("un virgilio lesbiano"), María Elena Walsh y Gabi Sabatini, y cuya comunidad imaginada asume la forma de un tortódromo con aires de lesbiátrico.
En los bordes de lo humano o, como diría Donna Haraway, en los albores de los modos de generar nuevos parentescos interespecies, la antología ofrece también una serie de relatos colmados por personajes que habitan en los límites entre la humanidad, el reino vegetal y los insectos. "Para ser inmortal", de Milagros Porta, es un viaje, a través de una prosa delicada y cargada de imágenes, a un universo de mujeres-planta que se comunican con bonsáis y cuyas cicatrices operan como portales entre la vida y la muerte. En “Lo verde de los coyuyos”, de Ju Donzelli, la escritura avanza a través de una jerga santiagueña enrarecida, donde los coyuyos chocan, se estampan y mueren, y se vuelven aliados estratégicos de una humanidad ambigua. Por fin, “Los peludos no se comen”, de Nicolás Ghigonetto, aborda el submundo de la caza de peludos con una singular mirada que se detiene en la transformación de las cosas vivas: manzanas que se pudren, peludos y abuelas que se mueren, y toda una marea de objetos y sujetos en tránsito.
En los bordes de la lengua se inscriben relatos como “Algo propio”, de Andrea Franco que, a medida que alterna diferentes perspectivas sobre los mismos hechos, difumina con fugas y elipsis las diferencias entre lo que se nombra y lo que se omite, entre lo presente y lo ausente. “Ciega”, de Juana Demicheli, avanza con una escritura enigmática, para plantear un juego de luces y sombras que corroen los bordes de aquello que puede decirse y aquello que se resiste a ser dicho. “Arreglaron unas cosas”, de Julián Marcos Pérez, nos introduce en un universo cotidiano de plomeros y amores no del todo correspondidos, y articula a través del género "diario" una voz frágil, en una relación fallida con el mundo, y que tambalea en las fronteras de una dicción que pareciera estar siempre a punto de desmoronarse.
Otros relatos se colocan en los bordes de la realidad. Es el caso de “Link ritual”, de Verónica Volman, que borronea las distinciones entre lo ritual, lo real y lo virtual, en una narración en modo pandemia que cuenta la transmisión por Zoom del entierro de una abuela, donde las cámaras, los ojos, las pantallas y los cuerpos anidan en la fosa de la ficción de una realidad que, una vez más, supera a la ficción. “Una tarde de zapping en Yutú”, de Jennifer González, nos envuelve en un universo de zapping de videos de YouTube, a través de un ritmo plástico y de una lengua que, como una superficie hipnótica, acumula colores flúo y observa la realidad de internet desde una perspectiva homínida, androide, que reinventa lo verosímil.
Mientras parece hablarnos desde el futuro, esta antología es un monstruoso muestrario de un estado de la lengua y sus derivas. Desde esa inscripción, abre un surco en nuestro presente para imaginar nuevos diagramas de lo posible.
Adriana Kogan